lunes, 18 de febrero de 2019

La ventana del hambre

Van conmigo, en el viaje de vivir, tus ojos asomados a la ventana del hambre.
Canta el jilguero enjaulado, y tú no dices nada; guardas silencio, esperando el tren de la justicia, las barcazas inseguras y los barcos que te rescaten de las fauces marinas dispuestas a tragarte. Algunos, de corbata de seda, clientes de la manicura y del coiffeur quisquilloso y pulido, esquivan tu mirada, mientras te conviertes en un número más en la lista de los náufragos.
Hace años, me encontré tu mirada en un periódico ahora ya amarillento -todo es sumiso al tiempo-. Ahí estás, en la mesita de noche, para que no duerma la conciencia mientras duerme el cuerpo. Tu mirada, como una barrena en el silencio, en lo profundo y débil, como la flor marchita. He colgado en el balcón cortas (cortadas) cañas de bambú, que generan música vegetal cuando sopla el viento, el mismo viento que levanta gigantescas olas en el mar.
El hombre ha llegado a la Luna... Pero no ha llegado a la Tierra... de la pobreza, de la miseria, de la injusticia... Lamentable olvido o cobardía.
El mundo es una taza de café. En el fondo se posa la moltura, exprimida ya y olvidada. Tendríamos que organizar "la revolución del café". Que los finos labios recibieran la molestia del poso triturado cuya existencia ya habían olvidado. En estos temas la pureza siempre es superficial y se confunde con el olvido.
Se burla Maquiavelo de nuestras soñadas revoluciones del café. Se burla Maquiavelo del dolor del pueblo mancillado por el corazón pétreo del Príncipe. De ese maestro ha aprendido el Ministro el principio básico: 
Gli Stati sono Gli Stati. I Privati fanno altro.El Ministro abunda en siniestros discursos faltos de humanidad y de conciencia dubitable. Lleva un fasces, un hacecillo de varas con las que pretende golpear a los privati que se atrevan a ayudar a quien necesite ayuda.

Tener y ser
El Estado tiene dinero, armas, leyes, poder de decisión, voceros en las tertulias radiofónicas o televisadas. Toda una magnífica estrategia donde se refugian ministros y parásitos cortesanos. El Estado es, al fin, la Corte formada por los dueños del comercio y, consecuentemente, del dinero global.
Frente a este arsenal diverso y completo poco pueden hacer i privati.
¿O pueden hacer mucho?
En la zona fronteriza de los Alpes Marítimos, entre Italia y Francia, se producen intentos continuos de emigrantes que quieren llegar al corazón de Europa. Tienen que realizar una auténtica odisea; real, no literaria. Primero hay que enfrentarse al mar frecuentemente embravecido. Algunos perecen ahogados. Los que sobreviven alcanzan algún lugar de la costa italiana, donde son recibidos diversamente, según el talante de "las autoridades". Muchos de ellos escaparon a las torturas y vejaciones frecuentes en territorio libio. Ahora tienen que iniciar una marcha dura e 
insegura. Si alcanzan la ciudad italiana de Ventimiglia, punto clave en territorio fronterizo con Francia, toman muchas veces la decisión de intentar superar la frontera. En invierno las nevadas son abundantes y frecuentes, tozudas en cubrir una y otra vez la nieve hollada por esos fugitivos esperanzados, a pesar de una batería de leyes contra la entrada de ellos en uno u otro Estado. Más tozudos que la nieve, ellos siguen caminando. A veces consiguen encender fuego en una covacha perdida. Perdida no para todos. A veces algún habitante de los pueblecitos situados en el valle de la Roya, les hace de guía. París queda muy lejos.

Contradicción
El desarrollo del proceso político que sobrevive varios siglos en los avatares de las Galias llega a expresarse en la trilogía que sale vencedora finalmente en 1946, al ser aceptada como fundamento de la legalidad que ha de regir la República: libertad, igualdad, fraternidad.
¿Se le puede negar cobijo a un hermano que huye de la guerra, del hambre, de la esclavitud? ¿Qué significan la libertad y la igualdad si no vivimos en la fraternidad?
Es tan obvia la relación y convivencia de los tres términos, que las instancias más altas de la jurisdicción francesa tuvieron que admitir que había que aceptar la fraternidad como criterio regulador del resto de leyes.


Más allá de las fronteras
Desde la desembocadura del Ebro hasta las cercanías del mar Báltico hay un buen trecho. Yo era joven; me gustaba viajar para descubrir.
Llegué a Wolfenbüthel con la intención de visitar la Herzog August Bibliothek. Encontré una pensión limpia y agradable. Dormí intensamente. Al día siguiente fui a proveer de gasolina en una estación pequeña regentada por una señora. Cuando terminó de llenar el depósito, se dirigió a mí con cara seria y me dijo: 
Achtung! Bomben! (¡Atención! ¡Bombas!). Quedé sorprendido y con la cara interrogante. Ella repitió la advertencia, y me indicó un paraje cercano donde se veía un largo trecho de la frontera interalemana.
Le di las gracias y me dirigí a la frontera. Quedé impresionado. Desde algunos miradores de madera los abuelos daban explicaciones a los nietos sobre el villorrio situado en la ladera de una colina, en la "otra Alemania", y los familiares que allí vivían sin poder encontrarse porque lo impedía aquella terrible frontera.
Me acerqué a pie hasta la primera valla, alta, infranqueable. En el territorio de la DDR, república democrática alemana -la Alemania comunista- las medidas de control eran terribles. Después de la valla había un ancho espacio de tierra batida y un foso profundo; más allá, una pista de tierra por donde transitaban continuamente coches militares con soldados armados que tenían órdenes de disparar a matar contra los posibles fugitivos (el famoso 
Schiessbefehl). Enfrente mismo de
donde yo estaba, había una torre de cemento, de 11 metros de altura, rematada en una estancia, puesto de vigilancia de soldados armados. Todo completado con vallas, minas antipersona, perros adiestrados... En la cercanía del drama, comprendí la gravedad del aviso: Achtung, Bomben!Esa frontera, así estructurada, iba desde el Báltico hasta Checoslovaquia. Sobrepasaba los 1.300 km de longitud. Me vino a la mente, ante tal aberración, la vanagloria de los Estados, la expresión imponente y vacía de Salvini: gli Stati sono gli Stati.
Esa vaciedad moral y humanista que indican esas palabras repetidas son más de temer hoy de lo que fueron los kilómetros de la frontera interalemana. Los informes sobre las víctimas mortales delSchiessbefehl hablan de algo más de doscientas (otros las fijan en ciento cuarenta). El aviso que debiera estar visible en algunas zonas de la costa es: Achtung! Das Mittelmeer! ¡Atención! ¡Mar Mediterráneo! Se contabilizan entre treinta y cuarenta mil ahogados en las numerosas travesías. Hay que tener en cuenta, además, muchas víctimas anónimas que nunca han sido consignadas en inventario alguno de náufragos. Tratándose siempre de millares, es difícil de dar números concretos, teniendo en cuenta muchos náufragos anónimos.
Aparte de su inoperancia, parece que los Estados -al menos, algunos Estados- no pueden tolerar que grupos sociales, más allá de las estructuras políticas oficiales, decidan actuaciones de salvamento, movidas por el hálito de una conciencia viva.
La conciencia viva es más resistente que las Instituciones. Los miembros de las organizaciones no gubernamentales actúan y exponen su vida para salvar la vida de los miserables de la Tierra. Salvini y otros de su talante todavía creen que su partido en su Estado es la única organización capaz de dominar la masa social y de dar la solución a los problemas que se generan (o que ellos mismos generan en sus luchas de policastros.

Y no es así. La cercanía del poder político transformado en servicio social la ejercen las "oeneges" y las alcaldías que viven donde vive la gente; por ejemplo en los pueblecitos del valle de la Roya, en los Alpes marítimos. Los alcaldes, el pueblo y hasta la parroquia, tratan de verdad a los fugitivos de verdad. Los de las élites políticas viven donde no vive la gente de verdad. En sus despachos la gente de verdad es sustituida por estadísticas, previsiones electorales... Todo representado por esquemas y números en las pantallas de las computadoras.
Los políticos de la cercanía, de la proximidad, de la convivencia y los altruistas de las ONGs son los que volverán a abrir las puertas de la esperanza a los que esperan y desesperan por tener una vida digna.