La rica Europa ha encontrado una solución:
convertir la miseria real en miseria virtual. Los náufragos reales, los
esclavos reales son "traducidos" a imágenes de la realidad envueltas
en el mantón de discursos tan sonoros como huecos. Una vez realizada esa "traducción",
solo queda la labor de distracción: consiste en ocupar los hogares con la
invasión de noticieros televisivos o radiofónicos, de mil bagatelas políticas
repetidas noche y día, y en exponer alguna imagen de la miseria extrema
"causada" por una catástrofe de la Naturaleza o por una ristra de
guerras y masacres.
El
comportamiento de la rica Unión Europea, tan egoísta, tan mezquino, tan
hipócrita, parece que nos conduce a un pesimismo extremo que no quiere saber
nada de la moral utópica global. Muy al contrario, cada Estado se preocupa de
mantener intactos sus proyectos futuros sin atender a los fugitivos del hambre
y de la guerra. No quieren acoger a esos seres humanos derrotados ante la vida,
ante la guerra y las injusticias, ante el Sistema Capitalista Global que parece
haber nacido para producir sin parar objetos que son arrastrados por el tifón
de la especulación monetaria hasta las grandes redes del consumo programado. En
eso pasamos la vida: en producir y consumir, soterrados bajo un alud de
"cosas", olvidando a las personas. Cosas que se convierten en
juguetes para distraernos y entretenernos, aniquilando toda capacidad de
reacción o revolución global. Así estamos.
Parece
imposible la moral utópica global.
A
punto de perder toda esperanza, llegan al hall del hotel cuatro jovencitas
serenas y limpias, sin tatuajes ni zarandajas. Llevan pañuelo cubriendo el
pelo, pero dejando a la vista sus caras inocentes. La portavoz pregunta el
precio de una habitación individual. Supone que en TORTOSA no hay albergues
para vagabundos. Cuando saben que hay uno atendido por unas monjas, deciden ir
a visitarlo. Si está lleno, volverán al hotel y entre las cuatro reunirán el
importe para que aquel sin-techo y sin-nombre pueda contemplar las estrellas
desde el cobijo de una habitación con calefacción.
A
punto de perder toda esperanza, sucedió el hecho que describo. Un hecho
"tan sencillo" rompió el hielo del pesimismo. Y pensé o soñé -dejadme
soñar- que una moral utópica global es posible. Una moral que les permita a los
pobres algo tan necesario, tan básico, como es "seguir con vida".